La presidenta de la Confiep pide


La presidenta de la Confiep pide, o mejor dicho exige que la minería no pare. 

Esta exigencia que desnuda su esperable posición, y que expone sin sangre en la cara a los obreros de ese sector y sus familias, carece de toda lógica económica además.

¿Quién dice que en unos días todo vuelve a la normalidad, que el cobre producido por las minas - que no deben parar nunca - va a ser recogido en el Callao, o siquiera pagado? 

Nadie sabe cuánto va durar esta pandemia, ni cuántas víctimas nos va a cobrar en el Perú y en el mundo. Porque es una pandemia global y tenemos que mirar más allá de nuestras fronteras, abrir la ventana de la casa y sacar la cabeza, y girarla en todos lados. No hacerlo nos expone aún más. En China la economía esta a punto de su colapso, las cadenas productivas "just in time" que cubren como una telaraña el mundo han demostrado que son de ese material, la aspiradora coronavirus se las está aspirando todas. Y mientras que estas cadenas productoras de demanda van colapsando, el consumo también - dejando de lado lo que las poblaciones y sus gobiernos consideren de primera necesidad - todo los demás productos de la economía global no tienen mucha demanda, digamos, nadie las quiere comprar por ahora. ¿Y ese ahora cuanto va durar? ¿Semanas, meses, años?

A diferencia de la crisis financiera del 2008, donde los bancos centrales de los países más poderosos y los organismos financieros multilaterales actuaron en unisono para proteger su sistema, esta vez cada uno baila con su pañuelo. Y parece que nos dirigimos a una desglobalización a toda velocidad. En Europa los políticos conservadores, hasta ayer defensores convencidísimos del principio presupuesto cero para Estados, han girado sin asco su opinión y son ahora más radicales en sus propuestas de intervención estatal que la misma izquierda. La OPEC está más peleada que nunca y no consiguen ponerse de acuerdo en cuanto debe costar el barril de petroleo. En España el Estado ha entrado en clínicas privadas y las ha tomado simplemente. Llámenlo estatización si quieren. En Alemania el intento de compra agresiva de la empresa farmacéutica de alta tecnología CUEVAC por capitales de EEUU enviados por la misma Casa Blanca terminó en un enorme pleito con el Gobierno alemán. Y esa misma empresa ahora trabaja para el Estado alemán. Hasta en la super libre sociedad canadiense se imponen ahora medidas fuertes, donde el colectivo se impone a la fuerza al individuo.

La crisis de coronavirus es también el momento que quita la mascara al caudillo populista, que depende de sus propios gritos para sobrevivir políticamente. También ha demostrado que la idea de muchos politólogos - hasta ayer - sobre el ocaso del Estado Nacional como actor propio, era una equivocación. A la hora de la hora, los Estados en todo el mundo demuestran, que de un momento para el otro, pueden actuar y muy rápido, a veces tomando medidas al límite del autoritarismo. Cerrando fronteras, mandando a la gente a sus casas, clausurando las puertas de empresas, quedándose con sus productos y un largo etc.

Es decir no necesitamos desglobalización, sino todo lo contrario, necesitamos una nueva lógica de globalización, mucho más coordinada y mucho mucho más justa. Lo que Trotski soñaba como una cuarta internacional, pero a través de una visión global que no sea asimétrica y donde los derechos individuales se fusionen bien y transparentemente con las necesidades del colectivo. Es un sueño, así es, pero sin sueños no hay visión, ni misiones, ni políticas, y los cambios con sus transformaciones del mundo solamente serán cataclísmicas y descontrolados. Veremos que pasa.

Reflexiones a partir de la lectura del ensayo:
Saxer, Marc, "Epochenbruch - Die Corona-Krise sendet Schockwellen durch alle Systeme. Das eröffnet aber auch Chancen.", IPG Internationale Politik und Gesellschaft 18.03.2020 2020. (

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